Meeting Light

By Raphael Block

                                    

Through the windshield, light gleams

on the fields, the light green willow leaves

running along the creeks

seem brighter set

against the just beginning greening hills

dotted with oaks, cows, sheep,

small clumps of shy-hoofed deer.

All chomp in well-manured pastures

as I, too, stand richly fed.

Vultures wing soundless circles overhead,

a perched hawk, red-tailed, its haunting

call withdrawn, spies smaller prey;

crows rush, gust and clatter                                                                                     

onto walnut limbs to cackle and muster.

I loom with the hunter,

quail with its prey, prattle

with companions until our souls

are full-flush-fleshed.

By Walker Creek, a thousand white woolen

eyes crown coyote brush,

dried fennel stalks drop silent seed

among these wild ones, I flourish and breathe

under sun-fog-rain sway.

Coiling bends round the broadening bay

whose undulating ripples peep between,

lending ease and grace

against the pine-clad ridges, as the scudding sun

plays upon my skin into unseen depths.

Sprawled on the verge, a car-killed deer

awaits its airborne team with sharpened smell

to pick it clean. All seeps, sings and bounds in me.

Is it the light or the light

that I am soon to leave?

On boughed knees rest old trees sinking

into softened sod. The turn of seasons watch.

Their path is slowly set, while mine is filled

with urgency to laud and praise

give back one speck, one jot, of all

you pour into these marrowed bones.

Encontrando la luz

Por Raphael Block

La luz centellea a través del parabrisas

encima de los campos, las hojas de los sauces

que corren verde claro a lo largo de los arroyos

parecen más brillantes

contra las colinas recién reverdecidas

salpicadas de roble, vacas, ovejas

y pequeñas manadas de ciervos de paso inquieto.

Todos forrajean en pastizales bien estercoladas

y yo también me encuentro bien alimentado.

Arriba los zopilotes dan vueltas mudas,

un halcón colorado, su grito agudo allanado,

acecha su presa diminutiva;

los cuervos, puro gusto y traqueteo,

brincan a las ramas del nogal a convocarse y cacarear.

Me quedo con el cazador,

perdiz con su presa, parloteo

con compañeros hasta que las almas

se nos llenan robustas de rubor.

Por el arroyo de Walker, mil ojos de lana blanca

se asoman los arbustos de coyote,

tallos secos de hinojo sueltan sus semillas mudas.

Florezco y respiro con estos silvestres

bajo el vaivén de sol, niebla y lluvia.

Bobinas se doblan alrededor de la bahía ensanchada

cuyos rizos se asoman a ondular

aprestando alivio y gracia

contra las crestas coníferas, a la vez que el sol se desliza

jugando encima de mi piel hacia fondos ocultos.

Por el arcén, un venado aplastado por auto

espera su escuadrilla, olfato afilado,

a descarnarlo. Todo me penetra, me canta, me abunda.

¿Es la luz? ¿O la luz que me despida?

Arrodillados los ancianos árboles se descansan

huniéndose dentro del césped mojado. La vuelta de temporadas los presencia.

Paso a paso su rumbo se fija a la vez que el mío se llena

con la urgencia de alabar y elogiar

para devolver una mota, una jota de todo

que viertes dentro del tuétano de estos huesos.